







El reloj marcaba el mediodía y, como era habitual después de una mañana intensa en la planta petrolera, mis compañeros y yo decidimos tomarnos un respiro. Esta vez, el plan era especial: saldríamos todos juntos a comer al restaurante La Fundadora, conocido en la zona por su ambiente acogedor y su comida deliciosa.
La conversación en el camino estuvo llena de risas y anécdotas del día. Al llegar al restaurante, el aroma del pollo asado recién salido del horno y de la pizza recién horneada nos dio la bienvenida. Nos acomodamos en una mesa amplia, perfecta para el grupo, mientras el bullicio del lugar se mezclaba con nuestra propia algarabía.
Pronto llegaron los platos. El pollo asado, jugoso y dorado a la perfección, fue el protagonista inicial de la mesa, acompañado de generosas porciones de ensalada y guarniciones. Al poco rato, la pizza hizo su aparición, con su queso derretido y bordes crujientes, haciendo que las conversaciones se detuvieran por un instante para disfrutar del primer bocado.
El ambiente era inmejorable. Entre bromas y charlas sobre proyectos en la industria, brindamos con nuestras bebidas por los éxitos recientes y los retos que vendrían. Cada historia compartida fortalecía ese vínculo único que solo se crea entre compañeros de trabajo que comparten largas jornadas y desafíos en equipo.
La sobremesa fue el broche de oro, con carcajadas que resonaron en el restaurante. Al final, nos despedimos de La Fundadora con el estómago satisfecho y el corazón contento, prometiendo repetir la experiencia pronto.
The clock struck noon, and as usual after a busy morning at the oil plant, my colleagues and I decided to take a break. This time, the plan was special: we would all go out to eat together at La Fundadora, a restaurant known locally for its welcoming atmosphere and delicious food.
Our conversation along the way was filled with laughter and anecdotes from the day. Upon arriving at the restaurant, we were greeted by the aroma of freshly roasted chicken and freshly baked pizza. We settled into a large table, perfect for the group, while the bustle of the place mingled with our own excitement.
The dishes soon arrived. The roasted chicken, juicy and perfectly browned, was the initial star of the table, accompanied by generous portions of salad and side dishes. Soon, the pizza made its appearance, with its melted cheese and crispy edges, causing conversations to pause for a moment to enjoy the first bite.
The atmosphere was unbeatable. Amid jokes and discussions about industry projects, we toasted recent successes and upcoming challenges with our drinks. Each shared story strengthened the unique bond that only forms between coworkers who share long hours and team challenges.
After dinner, the restaurant's laughter echoed throughout the restaurant. In the end, we said goodbye to The Founder with satisfied stomachs and happy hearts, promising to repeat the experience soon.
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